¿Y si no quiero tener hijos?

Está en nuestra naturaleza animal, y es de lo más común en nuestra sociedad: querer tener hijos. Nuestra especie, la especie humana, se ha desarrollado de manera increíble, hasta el punto de que hoy en día se estudian nuestros genes y los de nuestros hijos y se vislumbra la posibilidad de modificarlos en los fetos, incluso antes. Estudian nuestros óvulos y espermatozoides y las mujeres podemos ser embarazadas artificialmente. Hasta ahí llegan los deseos de tener hijos.
Historias como Yerma, de F. García Lorca, esa mujer que enloquece por no poder engendrar hijo alguno, han quedado ya anticuadas; tal vez para la generación que nace ahora sea ya una historia muy poco convincente, nada creíble, y en unfuturo no pueda volver a ser interpretada en un teatro por falta de interés en el público.
A pesar de esta tendencia general hay mujeres -y parejas-, quizá cada día más, que no desean tener hijos, que quieren vivir su vida sin vástagos o descendendientes revoloteando a su alrededor. Tenemos derecho a elegir lo que queremos y aceptar las consecuencias. Tener hijos no es algo obligatorio; ser madre no viene impuesto por nadie ni por nada. Lo peor no será envejecer sin hijos (quienes, por cierto, cada vez se alejan más de cuidar y prestar atención a sus padres), sino responder una y otra vez durante varios meses o años preguntas como "¿Para cuándo los niños?" "¿Cuántos vais a tener?" "¿Cuándo os váis a poner a ello?" "¿Cómo puede ser que no queráis tener hijos?", etc. Hay decisiones muy personales en nuestras vidas que parecen amargarnos durante un tiempo porque los demás no las aceptan o simplemente les cuesta entenderlas. Desgraciadamente la curiosidad ajena va a estar siempre presente, en este y en otros temas. Así que, a quien no quiera tener hijos, sólo le queda respirar hondo y responder que su decisión está pensada, reflexionada y tomada, y que no quiere dar explicaciones, le pregunten cuanto lo pregunten, que si insisten acabará molestándose.

A todas aquellas mujeres - y parejas- que decidan no tener hijos, y en especial a Hestia, les dedico este pequeño fragmento del gran Jorge Bucay:

(...) Un día el otro de mis amores, mi hijo Demián, pesca en casa un libro de psicología y se pone a leerlo. Entonces viene y me dice: "Papá, ¿es verdad que los hijos somos producto de una insatisfacción de los padres?"...
Cuando Demián me hizo esa pregunta, yo me di cuenta que el libro tenía razón. Porque si uno estuviera totalmente satisfecho con su vida, si todo lo que tiene fuera suficiente, si uno no sintiera el deseo de trascender teniendo hijos o el deseo de realizarse como padre y como familia, si no tuviera ese deseo personal... entonces no tendría hijos.
Es este deseo insatisfecho -educado, pautado cultural o personalmente- lo que nos motiva a tener hijos.
Los hijos nacen por una decisión y un deseo nuestro, no por un deseo de ellos. Por eso cuando los adolescentes se enojan y nos dicen: "Yo no te pedí nacer", parece una estupidez, pero es la verdad.