domingo, 27 de julio de 2008

Princesa de calle

Es éste un texto literario, un relato, de los que he escrito este tiempo en que he estado ausente, porque una de las cosas a las que me he dedicado ha sido a asistir a un taller de escritura. Es el último relato que escribí antes de acabar el taller.
No me gustaría que lo tomáseis como algo literal, algo que me ha pasado así personalemente, es una historia inventada a partir de mis propias emociones.
Lo escribí pensando en aquellas personas que no conocen la enfermedad en primera persona, con la idea de que pudieran comprender un poquito mejor cómo ocurre y cómo se siente quien se da un atracón de comida y luego necesita purgarse. No sé si habré conseguido ese objetivo. Quien lo haya pasado, imagino, lo entenderá mejor.

Quiero dedicárselo a Dhanaev, por el gran apoyo y cariño que me ha demostrado en los dos únicos comentarios que, hasta ahora, ha dejado en mi blog, por sentirme abrazada y esperanzada con sus palabras.
También quiero dedicárselo a una amiga que considero especial, Mandrágora. Tanto si se encuentra animada como si no, sus oídos siempre han estado abiertos para lo que le contara y su voz, a través de sus manos, lo han estado para darme aliento y comprensión.
Gracias a las dos. Gracias a todos/as los demás que me escribís y/o leéis. También a vosotros os lo dedico.

[Podéis dejar vuestra opinión literaria, sea buena o mala!]


Marta salía de clase. Apenas quedaban rastros de sol en el cielo y el césped olía a humedad. Horas antes, de camino a la facultad, había ido comiendo en el tren. Los nervios le habían llevado a comprar comida para el camino: una vez más cargaba con donuts, galletas y patatas fritas. Al salir de clase se dejó arrastrar por el pelotón que fluía en grumos hacia la estación del metro.
Los nervios que al llegar había vestido con risas y desparpajo, ahora eran de soledad ante tanto desconocido. La energía de esos adultos recién estrenados bullía y estallaba en carcajadas, besos y despedidas de fin de semana.
De pronto se preguntó qué hacía allí en el andén, entre el gentío, y por qué nadie la acompañaba ni la incluía en sus planes del día siguiente. Definitivamente, había salido más nerviosa de lo que llegó, aunque ni ella entendía por qué. Abrió el tubo de patatas en el andén, mientras esperaba y una vez en el vagón siguió comiendo, de pie. Su mirada, levitando sobre el suelo, se agitaba por momentos buscando los gestos de los ocupantes del vagón. Hace seis meses, cuando aún sentía calma, habría sonreído al ver el pelo rizado y brillante que llevaba aquella chica recogido en una coleta, o se habría quedado embobada con el esmalte de uñas color negro de aquella otra. Ahora no; ahora miraba sus manos y se preguntaba por qué comía de esa forma tan atropellada. Quería detenerla, cerrar el tubo de patatas y guardarlo en la bolsa o, mejor aún, tirarlo, pero no podía controlarla. Volvía a levantar la mirada; testigos, aquellos que miraban, de su ansiedad.
En tres paradas tenía que bajarse; el bote seguía abierto y las patatas iban desapareciendo. Su mano lo entrecerró justo antes de lanzarse hacia la puerta. Salir de allí fue como si el ruido la escupiera a la monótona estación.

Vestía una falda larga color negro, de lino fino. Le encantaba: fresca, larga, negra; le hacía sentirse en una fiesta. Solía sujetarla con ambas manos cuando subía o bajaba escaleras. Esta vez sólo podía con una. Cuanto más la agarraba, más se pintaba de motitas amarillas. Era inevitable que se manchara si no quería pisarla, también si quería seguir sintiéndose princesa.
Disfrutaba la gracia de sujetarla en los descensos y subidas de aquellos túneles polvorientos, pero odiaba que las manos, cómplices y herramientas de ese arrebato insaciable, mancharan su falda preferida de grasa, la sustancia que más tiempo frotaba y frotaba hasta ver desaparecer por el desagüe, con un suspiro de alivio.

Escaleras, túnel, escaleras. De nuevo llevaba el bote abierto y la boca llena. Masticaba tan rápido que cualquiera habría pensado que se preparaba para un concurso. Por su habilidad, lo habría ganado. Con cuatro patatas en la mano, levantó el rostro y las acercó a la boca justo en el momento en que una mujer levantaba el brazo para saludar, despidiendo un penetrante olor a sudor que constataba su dura jornada. Las patatas ya estaban en el paladar; el perfume, en su nariz. Era fácil distinguir el olor de cada uno. Su pituitaria, sin embargo, no lo percibió, era la consecuencia de los numerosos arrebatos que había sufrido esa semana. Sus sentidos estaban trastocados. La boca empezaba a dolerle, inflamada por la sal y el crujir de las patatas. Los donuts le provocarían caries pero no le dolería al masticar. Aún le quedaba alguno.
Le daba igual dulce que salado, la ansiedad con la que engullía desconectaba los sentidos de su cerebro y apenas los diferenciaba. Sus manos, insensibles, sólo sabían arrancar las finas patatas al bote de cartón.

Siguió el viaje a casa, comiendo en el autobús. Por suerte que sólo dos asientos más estaban ocupados; no le gustaba que la observaran comiendo. Cuando el tubo de cartón estuvo vacío, las manos se reavivaron y quisieron palpar las blandas roscas de chocolate y azúcar. Era una caja de las grandes, pero sólo quedaban dos; el resto se las había comido a media tarde, entre carrera y carrera para llegar a la facultad. Por suerte estaba llegando a casa. El chocolate se había derretido, manchando labios, dientes y uñas. Quiso chuparse los dedos pero ya se había alejado dos paradas de la suya. Apretó el botón como pudo para no pringarlo y se bajó de aquel cacharro que le escupió todo el humo al pasar por detrás para cruzar la calle. Se limpió bien las manos. Nunca faltaban los pañuelos en su bolso, tampoco unos pétalos de jabón y un frasco de colonia.
Ya era de noche y sólo se distinguían los luminosos de los bares. Vivía en la misma calle pero se desvió por otra que daba a una plazuela sin salida. Allí estaba: el ultramarinos 24 horas al que tan a menudo acudía. Si antes iba de escaparate en escaparate, ahora se descubría identificando supermercados y memorizando sus horarios.
Sacó el monedero: 2,75 €. Le darían para unas magdalenas de chocolate y aún le sobrarían 50 céntimos, insuficiente para una bolsa de estrellas bañadas en chocolate blanco.
Los dueños de la tienda la saludaron con una sonrisa. Antes de pisar la calle la primera magdalena rozaba sus labios y se dejaba apretar por sus dientes. No podía saberse si le gustaba o no, sólo surgía la pregunta de si las estaría saboreando. No lo hacía.

En los 8 minutos que duró el paseo hacia su casa, Marta se tragó el medio kilo que pesaban las cuatro magdalenas. Suerte que aún le quedaba agua en la botella. Era algo que tampoco solía faltarle, rara vez la olvidaba en la encimera de la cocina.
Con las manos aún glaseadas, sacó las llaves y subió a casa. “¿Mamá, papá? ¡Ana!”. Nadie en casa. Sus padres se habían ido de cena, informaba una nota. Su hermana estaría estudiando en la biblioteca, pensó, no tardaría mucho en llegar. “¡Bien!”.
Aunque la soledad le producía angustia y se veía como un cactus en medio del desierto que en pocos segundos sería sepultado por la tormenta de arena, se alegró de estar sola: podía encerrarse en el baño y continuar esa extraña relación que tenía con él, con el espejo, con el water.
Tanta comida en el estómago le hacía temblar, asustada. La ansiedad, hundida a presión con saliva y azúcar, había brotado al tragar el último pedazo de magdalena, haciéndola correr por la calle y los pasillos del edificio.
Se alegró; sí, se alegro de estar sola en casa, y mucho. No tenía que esperar a que la familia se sentase en el sofá. Sus ojos recorrían las paredes con rapidez y una sonrisa muy pequeña coloreaba su cara.
En el baño, con la puerta cerrada, se dio cuenta de su reflejo en el espejo. Lo miró: aquella silueta inflada y deformada le asustaba. La culpa, creciente como la luna, la desbordaba y sus músculos se dispararon al unísono sobre el retrete. No es que aquello resultase agradable. Al principio, quizás, pues el chocolate aún conservaba su dulzura. Al final, desde luego, no; era todo lo contrario. Sus ojos lagrimeaban del esfuerzo; los sentía cargados, hinchados. La garganta le carraspeaba, quemada. La última arcada de desahogo no sabía bien; no, nada bien. Su cuerpo, destemplado, se sacudía en cada escalofrío y, por unos segundos, cuando se incorporaba, perdía el equilibrio, mareada. Volvió a mirarse en el espejo, muda, quieta: los ojos estaban rojos; las ojeras, malvas; la barbilla, sucia. Quería llorar pero sus ojos habían enmudecido con su voz. Ojalá tuviera alguien a quien abrazar en ese momento. Sonó el timbre. Se sobresaltó y, más roja de vergüenza que del esfuerzo, se lavó la cara, limpió el lavabo, tiró de la cadena y salió a recibir a su hermana.


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15 comentarios:

Anónimo dijo...

Revisa tu mail

Me gustaria no estar tan mal de palabras... hace ya un buuueeen rato sali de esa casa... y todo empeoró...
me gustaría no conocerte por aca´, y tenerte cerca para salir a hacer juntas cualquier cosa que no necesitara del habla...

Pero supongo que no se puede

Unknown dijo...

hola Tesoro!!! qué gusto que hayas estado ocupada en en Taller de Escritura!!!.
Me ha gustado la historia, claro que en algunos sentimientos me veo reflejada...antes no podía probar bocado, ahora con muchos kilos de más, que podría bajar haciendo gimnasia y comiendo menos. Quizás no hayas sentido, la sensación de no tener ganas de hacerlo...así me siento desde hace un tiempo. Supongo que en algún momento dejaré de castigarme, aprenderé a quererme más y ahí reponga fuerzas.
Muchos besos y abrazos, cuídate mucho!!!

Myriam Paulina dijo...

hola! la verdad encontre tu blog y se me hace muy interesante, y tu entrada d hoy, la verdad m gusto la narracion esta muy bien.
Y pues si a veces m ha pasado eso, pero creo q lo puedes vencer con determinacion

Anónimo dijo...

Paso desafortunadamente a dejar malas noticias, “Mandrágora” está muy mal ya lleva un buen tiempo en un hospital de día para no interrumpir sus estudios y este fin de semana casi hacen que la dejen hospitalizada por tiempo completo porque consumió una gran cantidad de pastillas para la ansiedad que la dejaron durmiendo casi dos días seguidos.
Solo paso a informar en contra de su voluntad porque así como uds la metieron en este mundo deberían ayudarla en vez de conformarse con una supuesta entrada de “Estoy sola y feliz” quien se cree eso?! creo que ella nunca hubiera dejado sola a ninguna de uds y uds simplemente la dejaron botada… un poco de apoyo a ahora que está tan mal no sería malo

Dhanaev dijo...

Querida Miranda, ante todo agradecerte la dedicatoria (a veces solo hace falta un pequeño gesto para lograr una gran hazaña)
A mi también me han llegado muy dentro todas y cada una de tus palabras.
Me alegra saber que las personas tienen inquietudes por mejorar, sobre todo en algo tan simple y tan complicado como plasmar vida en un papel. Atendiendo a la verdad, mi opinión es tan solo eso una opinión, porque a pesar de lo mucho que necesito escribir y leer, soy de ciencias ;) Te voy a intentar transmitir lo que viví yo al leer el texto ¿Vale?.
Dibujé a Marta en mi mente, y pude escuchar cómo de susurraba el transcurso de su vida, me situé relativamente cerca, tanto que me pareció oler su perfume de ansiedad y tristeza. Ella seguía en el andén, caminando, y en su falda vuelos varios. Algunos de los viandantes observaban la ligereza de sus piernas, la rapidez de sus manos. Su gesto desencajado y su tez tibia cuando vio que se ensuciaban su falda y su vida. La seguí silente y temerosa de ser descubierta, aunque en realidad yo sabía que para Marta no existía nada más que su frío y supuesto apetito fugaz.
Marta iba muy rápido, rebuscaba en su monedero entre lágrimas mudas y céntimos algo para comprar su autoestima, pero estaba vacío. No existen monedas para comprar su cielo.
Al llegar a su casa, me transformé en polvo para que no advirtiera mi presencia. La oí preguntar ¿alguien en casa? Y sentí su horrible deseo hallar tan solo casa sin alma. Y… parpadee varias veces porque apenas veía la pantalla del ordenador. Marta se Fue al baño y no pude retenerla, me sentí impotente y sola…. Y me escurrí entre la puerta para decirla que ese espejo estaba maldito por sus ojos. Que su realidad estaba distorsionada. Pero ella decidió vomitar sus ideas, su dolor y también la comida que había llenado su estómago y que poco a poco quebraba su alma. Vi como se escapaban en el agua demasiadas cosas… vi como en el baño, también estaba yo

… la lectura me ha resultado tremenda, bonita, triste, sincera, cercana
No se si esto te servirá de algo, pero me parece que has descrito todo con tanta humanidad… el texto rebosa frescura, engancha, está escrito con letras de nube, que te hacen zambullirte sin remedio en él.

Real, y sencillamente genial, por lo menos a mi me ha parecido eso
Besitos y de nuevo gracias por el regalo de dejarnos leerte y empaparnos de ti cielo ;)

Anónimo dijo...

Acabo de leerme el texto y me ha impresionado mucho. Me gusta mucho cómo describes los sentimientos de forma tan íntima, dejando que todas las contradicciones que se sienten en esos momentos salgan a la luz. Miedo a la soledad pero alivio por estar sola, ganas de parar pero imposibilidad de hacerlo, consciencia e inconsciencia...

No me alegro de que otras personas se sientan como me he sentido yo tantas veces, pero sí de que seas capaz de expresarlo tan bien para que sepamos que hablamos de lo mismo, que es real.
¡Un beso y sigue escribiendo!
Violeta

Miranda dijo...

Sí, Graciela, estuve haciendo un taller!! me lo pasé genial; había muy buen ambiente, reía durante la clase y salía sonriendo y con buen ánimo. El profesor tenía mucho que ver; el último día me di cuenta de que es de esas personas que inconscientemente te animan a ser tú mism@ y sentirte bien porque sólo salen cosas buenas de ti.

Ánimo, encanto! estoy segura de que cada día que pase te querrás aún más, una milimilimésima, que a lo largo de un año ya será una milésima más, porque eso va en aumento! Desde aquí te mando un abrazo para que te suba más la alegría y te quieras aún más! A mí me animas con tus comentarios, y me pareces alegre! (y por qué no ibas a serlo, no?).

Miranda dijo...

Myriam Paulina, gracias por los halagos al blog; me alegro de que te guste. De que te haya pasado, no, claro. he pasado por tu blog, están chulas tus poesías, me gustan!
Espero que te encuentres bien, cada día mejor, y que disfrutes de la carrera, aunque no sea la que más te guste de todas! Serás una buena abogada!
Un saludo, y bienvenida!

Miranda dijo...

A la persona que anónimamente me escribe sobre Mandrágora, le agradezco que me lo cuente. Ella me escribió un correo en el que me daba a entender que se había pasado con las pastillas, pero no tenía idea de que estuviese en un hospital de día.

La verdad es que, aunque se me meta en el saco, yo no la ayudé a entrar en esto, la conocí hace unos tres meses y, desgraciadamente, ella ya estaba enferma y luchando para salir. De hecho a las dos semanas más o menos le vetaron la entrada a los blogs, algo que ella cumplió a rajatabla por lo que me contaba. Tiene realmente muchas ganas de superarlo, la entrada de "háganme un transplante de cerebro" da fe de ello. Y lo sé por las cosas que poco a poco me va contando.
Lo cierto es que no tengo por qué justificarme, pero aún así quiero decir que no sólo escribimos en su blog, también intercambiamos correos. Por otro lado, a ella le cuesta mucho hablar, y es de respetar, creo que a todas nos ocurre a uno u otro nivel, pero es importante saberlo, porque para ayudar a una persona se necesita saber lo que siente y qué ocurre/ha ocurrido en su vida, aunque tampoco se puede forzar a nadie a que hable, es más, no se puede pedir a quien no entiende todo lo que siente, que lo cuente.
Habría que preguntar a su autora por esa entrada de Estoy sola y feliz, pero es muy probable que o tenga un tono irónico, o que sea una forma de autoprotección, de intentar luchar contra lo que en ese justo instante estaba sintiendo y pensando, y sobre todo, que sea una entrada de esas que después de un día o unas horas ya no sientes así.
Yo no quiero alejarme de ella, al revés, y no puedo creerme que esté sola. Para mí Mandrágora es esa chica dulce y sensible que intenta ayudarme a entenderme, que me comprende y se preocupa por saber cómo estoy, una chica inteligente y con muchas ganas de luchar, la chica que me demostró con sus risas que mi cara tiene gestos teatrales, la chica a la que le pedí que fuera corriendo a dar un abrazo a su madre, la chica que se sincera y me escribe aquí que no le gustaría conocerme en su país tal y como se encuentra ahora.
Por todo eso y por alguna cosa más que se me olvida, digo que es una amiga especial, una persona especial. Porque lo es.

Miranda dijo...

¡Ole por el comentario, Dhanaev!
Demuestras con él que las personas de ciencias también pueden ser literatos, por supuesto que sí. Quizás te falte más tiempo que ganas, porque talento, oso decir que no, que ya lo tienes. Qué vocabulario tan rico.
Gracias, de verdad. Me he metido en tu cuento, el que tú personalemente leías. Una forma muy bonita de describirlo.

Creo que no tengo nada más que decir. Ya di las gracias, ¿no? ;)

Violeta!!! qeu es que se me dispara la sonrias hacia las orejas cuando me acuerdo de ti!
Gracias por el comentario, encanto! Es bueno que se entienda tan bien. No había pensando tanto en las contradicciiones, pero me alegro un montón de darme cuenta de que están presentes, al fin y al cabo son fundamentales, que están siempre presentes, quiero decir.

Besos a tod@s!!

Anónimo dijo...

¡Ay chica, que me sonrojo! ;) Ya estoy en casa al fresquito. ¡Un beso!

anabuscaunsitio dijo...

siempre me ha gustado cmo escribes.. me embobas me haces acordarme de ciertas cosas. Me haces pensar.. y eso es muy raro en mi..
NO se cielo.. me siento mal, pq no es la primera vez q me dicen q soy una mal influencia, y me duele mucho, pq mi blog no dice nada a favor, pq mi blog es una parte de mi, muy intima, pq muestra mi parte interior.. ya no mi parte enferma si no mis sentimientos, y si con eso han dicho q yo he llevado a alguien a esto.. me dolio y mucho.. lo entiendes, no??No es como el metro o el fotolog, q es mas impulsivo, si no q aki medito y dejo salir a la anita q no dejo ver a nadie.. y no se.. me dolio...
Por lo demas, no se si te conte q me hecharon del centro de dia..pero fue hace meses, y q recupere peso, pero no fue de manera corecta, fue como lo hace la chica de tu historia, asik el peso tal y como lo cogi lo estoy perdiendo ahora.. pero weno..
despues de meses escakeandome el psiki fui ayer y m ha aumentado lso medicamentos, ahroa ando zombie jejeje y ha dichoq vuelva a la psikologa.. en fin... no me keda otra...
supongo q kiero curarme,, weno no lo supongo, lo kiero, pero.. uff...
ya sabes la cantidad de cosas, lo dificil q es el camino y sobre todo cuando no tienes ayuda en casa (la verdad esq no se si reir o llorar )
Y por lo demas.. mi novio y yo lo hemos dejado por un tiempo.. llevamos 3 semanas de descanso.. el necesitaba tiempo. Asik, no se...en el fondo la q necesita tiempo del mundo soy yo..

Dejando mis desgracias aparte, me alegro de q estes mejor, o eso espero..por lo menos se te ve mas alegre en tus entradas. Me encantaria tener tus fuerzas. No veas la envidia sana q me das. Eres muy fuerte, me encantas...
Un besito, muy muy grandeeee

anabuscaunsitio dijo...

miranda no pude comentar en la entrada anterior y no se pq se me kitaron los animos.. estoy especial. se me juntaron el hambre y las ganas de comer.. asik te mando un enlace no se si vendra bien para la pag web
http://www.something-fishy.org/helping/whatyoucando-s.php
o simplemente para q lo leas.
lo demas como siempre.
Un besito cielo, sigue asi

Anónimo dijo...

que real todo lo que escribes...a veces me siento tan fatal como tu mismo lo dices...es muy dificil vivir con esta enfermedad...ella no te deja disfrutar de nada de la vida...

noadas dijo...

Hola Mirandita preciosa,

Disculpa por no haberte contestado antes, se me coló tu mensaje en mi blog.
Mi niña se llama Amelie. Padre alemán, madre española, ambos nos entendemos en inglés y parece un chiste que ella tenga un nombre francés.

He leído el relato, qué puedo decir, sólo le pondré un pero, me gustaría que el final fuese feliz, positivo, no ese final que habla de verguenza y abatimiento, qué tal un final de recuperación, un final que explique cómo se puede disfrutar de una dulce magdalena, con autocontrol y seguridad, sin sentimiento de culpa, sin rapidez, simplemente con calma, con tiempo, sabiendo que esa magdalena, sólo esa magdalena, te va a hacer muchísimo bien.
Un beso preciosa mía.