El azúcar llama al azúcar

El azúcar llama al azúcar; las grasas, a las grasas; las risas, a las risas; el llanto, al llanto. El atracón llama a otro atracón;la restricción, a una mayor restricción. Otras veces la risa llama al llanto; el atracón, al vómito, los laxantes, el ayuno, el ejercicio, o a todos juntos; y, a veces, la restricción, al atracón. Los nervios llaman a los nervios, a la ansiedad; la ansiedad, a la inapetencia o a un aumento del apetito extremo, en algunas personas a la autolesión.
El hambre llama a la comida, la comida a la culpa, la culpa al malestar; la restricción, los vómitos, los cambios de humor y de peso, al sufrimiento interno (de nuestro propio cuerpo), pero sobre todo externo: familiares, novi@s, amig@s, compañer@s, conocid@s.

El desconocimiento y el no padecimiento llaman a la impaciencia, a la ignorancia, o al interés por conocer y al apoyo.

A veces lo semejante llama a lo semejante; otras veces, al opuesto; otras a algo completamente distinto.

El azúcar en mi cuerpo pide más azúcar; la restricción, más restricción; la ingesta de alimentos, una ingesta aún mayor. La comida llama a mi culpa, toc toc, "ya estaba fuera, esperando". La comida en mi cuerpo llama a más comida, aún sin apetito, pero sin atracón. La culpa a veces llama a otras puertas; quizás algún día le abran, quizás no.