Empiezas por callar una tontería, por no comentársela a tus padres, a tus amigas, a nadie. Es una nimiedad y prefieres callar. Callas porque piensas que no te escucharán, que darás otro problema, que no te harán caso, que sólo recibirás una regañina o, tal vez, demasiada atención sobre tí, porque no importa, porque "son cosas de niños" que "ya se pasarán". Empiezas a creer que lo que te ocurre no es importante, y que la reacción en los demás será peor que tu silencio. Decides no hablar ni contarlo, ¿para qué? Piensas que las cosas empeorarían o que se mantendrían igual, ¿para qué hablar entonces?
No cuentas que los compañeros de clase os dejan solas a tí y a tu amiga en el recreo, que se burlan de vosotras por ser las formalitas, porque te niegas a dejarle una goma de borrar que, sabes, te pintará y llenará de agujeros con el portaminas. Empieza a haber problemas con las compañeras, la envidia se extiende entre las chicas de clase como una epidemia, "es lo que toca"; tampoco lo cuentas. Lo hablas con esa amiga, porque también le afecta, pero no con tus padres ni hermanos. En la academia a la que vas por las tardes tampoco va demasiado bien, te comportas bien, pero parece que no existieras para los compañeros y compañeras -¿o eres tú quien no quiere que se acerquen?-.
Si recibes un empujón, un balonazo, un insulto, si te quitan la carpeta o el estuche y te marean en clase lanzándoselo los unos a los otros, si... lo que sea, ya no lo cuentas. Has aprendido a callar, como un piano que no quiere ser tocado: hace ruido pero no quiere ser afinado, sus cuerdas no contarán lo que ha sufrido. Tras un silencio viene otro, después otro y otro. Así en casi todo, sólo cuentas hechos, y sonríes cuando te preguntan, incluso cuando tú cuentas algo (porque sabes que algo has de contar, porque no quieres levantar sospechas, "total, son tonterías sin importancia").
Pero tu caracter se va agriando, tu alegría se convierte en tristeza, tu comunicación se encoge. Sí, porque lo que callas no son los hechos, sino lo que sientes. Te duelen los insultos, los empujones, y llega un momento en el que te duelen hasta las miradas, porque las has visto tantas veces que conoces su significado. Empiezas a buscar el significado de las miradas, las palabras y los silencios de los demás; en tu cabeza se crea un código, un traductor de todos ellos: casualmente la mayoría signfican algo negativo, algo malo. Y callas nuevamente.
Te sientas sobre el suelo, te recoges sobre tí misma, te abrazas. Las lágrimas fluyen como el agua del deshielo por la montaña en primavera. Saben saladas, eso lo sabes desde hace tiempo, desde que empezaste a callar.
El silencio con los demás no significa que compartas su opinión ni que afirmes nada como indica ese refrán que se oye tan a menudo. Es un silencio profundo que nace de pensamientos que, en su momento, te parecen tan ciertos como el sabor salado de tu deshielo.
Lo que no sabemos es lo que conlleva el silencio; conocemos sus consecuencias, porque las sufrimos, pero no solemos darnos cuenta de que todo gira en torno a nuestra falta de comunicación. Al guardarte tus sentimientos, asumes que estás equivocada, que no importas, que el mundo está en tu contra, que la vida es injusta, que nadie te quiere, que eres culpable de lo que te hacen; que tal vez lo merezcas, o tal vez eso sea algo que ni te plantees, simplemente te ha tocado vivirlo y no hay otra cosa, no puedes hacer más que aceptarlo y padecerlo.
Todo se vuelve oscuro, sólo existe la luz del sol. Te levantas por las mañanas porque es lo que debes hacer: comienzan las imposiciones, las obligaciones con el fin de intentar que todo mejore. La mejora no se produce, te sigues sintiendo culpable por lo que te pasa, cada día te encierras más y te sientes peor. Entonces, añades nuevas obligaciones, compruebas que algo bien: los estudios, el inglés, la música... es tu parcela privada. Pero también en esa terreno te exiges cada día más, pienas que lo haces mal, que debes mejorar y dedicas toda tu energía a ello. Sin embargo, el dolor va en aumento y la luz de la alegría es ya el guiño de una estrella fugaz.
Culpa, dolor, soledad. Y más silencio.
Tu traductor de miradas, carcajadas y señales aumenta: si antes había 20 significados negativos, ahora hay 50 y van aumentando cada día que pasa. Ya todo lo interpretas mal; mal desde la realidad, pero ésta está trastocada para tí desde hace ya tiempo. Prefieres ver lo malo; llega un momento en el que incluso te reconforta hacerlo, pues te convences de que es mejor llorar esperando lo malo y que la humedad de tus mejillas haya sido en balde, que atarte a la esperanza y ésta se vea truncada. No soportarías otra decepción, te sentirías más frustrada aún, más dolida; más llanto en soledad.
Tu dolor y tu culpa se transforman en cambios bruscos de humor, en agresividad. Gritas, das puñetazos, lanzas objetos contra el suelo o las paredes con todas tus fuerzas, cierras la puerta con furia...: quieres hacerte daño y a veces lo consigues.
Ya no te importa tanto hablar, pero sigues sin contar lo que sientes. Si cuentas algo, describes la situación que ha aumentado tu dolor o que te ha hecho recordar la idea de que no vales nada; explotas y lo cuentas entre gritos y sollozos, otras veces con rabia pero con más calma. Los demás ya no te entienden. Todos los sentimientos y pensamientos que has tenido y te has guardado, les ha alejado de comprenderte, se han perdido en tu camino, les falta información, sólo han visto cómo te oscurecías, entristecías y enfurecías poco a poco, pero desconocen el por qué. Si transcurre demasiado tiempo intentando comprenderte, probablemente te tachen de rara y dejen de preocuparse de forma constante, ya que no sabrán qué hacer para entenderte y ayudarte; acabarán asumiendo que es tu forma de ser, pero seguirán preguntándose por qué te comportas así, por qué cambiaste, qué han hecho ellos. Tal vez te lo digan, entonces, asumirás sus palabras, y tu culpa y dolor seguirán creciendo. Pensarás que, además, estás así por tu culpa, que los demás no podían hacer nada.
El silencio
5 comentarios:
La razon de todo eso resultas ser tu misma. Tu forma de ser, de actuar, y de relacionarte. Tu eres asi. Y por tanto asi te tratan. No tiene que ver con la forma de ser de los demas, de como actuan, de si son mas o menos comprensivos, criticos...
Cuesta mucho quitarse todo eso, porque al final es el pilar central de tu vida. Ni siquiera se si se consigue...
Besos guapa :).
He disfrutado mucho leyendolo al verme comprendida. Un abrazo.
Hola, Ari!
Me alegra verte por aquí.
Sí, es el miedo que nos invade, que se apodera de nosotras, el que nos lleva a actuar así.
Cuesta mucho abrir nuestro corazón, abrir ese silencio, pero se puede. Hace falta mucho tiempo y, seguramente, habrá momentos en los que volvamos a callar.
Lo cierto es que no siempre conviene hablar y contar lo que pensamos o sentimos, pero es parte del aprendizaje de la vida; si no hablamos y nos equivocamos, no aprenderemos cuándo hablar ni cómo hacerlo. A veces callaremos creyendo que es mejor y quizás vuelva nuestro encierro. Sólo nos queda ser conscientes de ello y hablar antes de volver a hundirnos y explotar después.
Ensayo y error, así es como dicen que se aprende. Démonos la oportunidad de desahogarnos confundiéndonos para aprender a desahogarnos correctamente.
No pierdo la esperanza de aprenderlo, a veces incluso me ilusiona aprender ese tipo de cosas, me hace sonreír cuando me doy cuenta de que he sido capaz.
Un abrazo para tí, guapísima!!
sabes, yo en el instituto fui victima de lo q ahora se esta conociendo como Bulling, o algo así, simplemente era diferente y por ser diferente era discriminada y sufria violencia psicologica. Tenia una compañera de clase q tb le pasaba lo mismo q a mi. las dos aguantamos hata el ulmo curso, segundo de bachiller, pero la presion fue tan grande para ella, q el ultimo curso no lo aguanto, tuvo q darse de baja, de repente. Mas tarde me entere q se intento suicidar, ella me decia q algun dia lo haria, pero yo la disuadía, y tampoco le hacia mucho caso, pq no la creia capaz, seria pq yo soprotaba mejor toda esa presion???
AL final, hemos sobrevivido las dos a esa tortura del instituto, a algo q nunca volvería. Nunca jamás volvere a akellas temibles paredes. Solo acumulo malas experiencias de esa época...
Recuerdo como se metian con mis pantalones, con mi manera de vestir, con mi pelo, como me insultaban cada vez q salia al encerado, algun q otro empujon por los escalones. Como me pase casi todo el ultimo curso sentada sola en la segunda fila... COMo lloraba pro las noches, me sentia incomprendida, no sabia q hacia mal.
Me keda kizás lo bueno, q fui a la universidad q no repeti curso, q me forje una personilidad dura, bueno, eso no es bueno.
Lo malo, para mi amiga y para mi, ambas con intentos de suicidio, ella es bulimica y tiene un trastorno de la personalidad eskizoide y yo con anorexia y con un trastorno limite de la personalidad... gracias a dios controlado no es un todo o nada.
La verdad, no les guardo rencor a akellas personas aunq si me encontrara a a alguna en el gimnasio y pudieramos hacer algum combare les daria una señora paliza:P eso si con peto y kasco jejejejeejej
Hola, Ana, ¡Bienvenida!
Es triste lo que cuentas. Debió de ser muy muy duro para vosotras dos. Nadie se merece algo así; los niños y los adolescentes pueden ser muy crueles.
He oído decir a los psicólogos que quien pega o insulta, lo hace porque él mismo tiene problemas (psicológicos, se entiende). Eso puedo entenderlo; lo que no termino de entender es por qué los demás (de la clase) les siguen el juego a aquellos que comienzan los insultos y que parecen acabar guiando sus pensamientos y su modo de diversión.
Yo no sufrí bulling -que yo recuerde-, pero les tuve rencor a varios de mis compañeros/as de clase; no conseguí superarlo hasta que fuí al psicólogo. Fue liberador: me pasaba el día pensando en qué me dirían y cómo debería reaccionar ante aquello. En cierto modo creo que quería caer bien a la gente (a los compañeros/as de clase), que viesen que yo era humana y que era algo más que una empollona. Durante muchos años creí que sólo valía para estudiar y me empeñé en demostrar que podía ser algo más. Creo que por eso caí en el trastorno de alimentación.
Es el pasado, lo hemos dejado atrás y tenemos mucho futuro por delante; ahora sólo podemos seguir luchando para encontrar la felicidad sana que cualquiera se merece. Me alegro de que superárais aquellos malos años. Ahora tenemos que buscar la sonrisa (nuestra sonrisa), la tranquilidad y el sosiego, la calma de nuestro espíritu, dirigir nuestra energía al bienestar. Al fin y al cabo, el pasado es lo que somos, y el presente, el principio de lo que seremos en el futuro.
Un abrazo, Ana.
Bueno, yo ya lo he dicho muchas veces, estoy en ello, estoy superandome, superando mi pasado. lo intento...
Un dia hare una lista (una larga lista con todas mis malas experiencias) e ire tachandolas segun las vaya superando :P lo q pasa esq por no ponerme a recordarlas jejeje. Un dia q este asi de bajon lo haré q hoy estoy muy contenta para hacerlo.
Si me tuviera q poner a pensar las de veces q he dicho, te hablo desde mi experiencia, o q leo algo de alguien y digo, ostras si esto me ha pasado a mi... jejeje, soy como un agujero negro, atraigo todos los lios hacia mi :P
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