domingo, 2 de diciembre de 2007

Los atracones, más frecuentes y peligrosos que la anorexia

Su incidencia es tres veces mayor y mucho más grave.

Muchos asaltamos la heladera en momentos de ansiedad o cuando estamos estresados, nerviosos y preocupados. Pero esos inofensivos atracones pueden convertirse en un problema cuando refugiarse en la comida se vuelve frecuente y nos hace perder el control de nosotros mismos. Psiquiatras, psicólogos y nutricionistas consultados coinciden en que el desorden alimentario más común no es la bulimia ni la anorexia, sino el denominado trastorno por atracón (TA) o desorden compulsivo-alimentario.

Según un estudio publicado en la última edición de la revista Biological Psychiatry, que incluyó a más de 2900 estadounidenses, el TA o binge eating, por su nombre en inglés, afecta al 2,8% de la población; la bulimia, al 1%, y la anorexia, a tan sólo el 0,6 por ciento. Es decir que a pesar de ser menos conocido y que aún no está clasificado en los manuales de psiquiatría, el TA es el desorden alimentario más frecuente.

“En la Argentina, este trastorno es muy común”, dice el psicoanalista Hugo Litvinoff, didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina, aunque aclara que la incidencia local del TA es menor que la que se observa en los Estados Unidos.

Los expertos definen un posible caso de TA cuando la persona ingiere grandes cantidades de comida en pocas horas, incluso minutos, de manera rápida, descontrolada y en soledad, y, si una vez satisfecha, siente culpa y malestar. Si este hábito se repite por lo menos dos veces por semana y por un período mínimo de seis meses, los médicos consideran que darse atracones es una enfermedad.

El doctor Aldo Cúneo, de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (Saota), aclara que el TA no va acompañado de una purga, como ocurre en la bulimia. Es decir que, luego del atracón, la persona no suele provocarse el vómito. Tampoco es común hacer ayuno, ejercicio físico en exceso o automedicarse con sustancias como los laxantes para evacuar la ingestión desmedida de alimentos.

“Tengo pacientes que confiesan haber comido 30 galletitas en cinco minutos", dice, sin ocultar su asombro, la licenciada María Emilia Mazzei, del Grupo Educador en Salud y Alimentación (GESA), que explica los efectos que causa en el organismo comer de manera tan exageradamente ansiosa y acelerada.

“Puede producirse una distensión abdominal -comenta-. La persona no mastica, sino que traga, y entonces el aparato digestivo debe segregar más jugos gástricos para poder diluir los alimentos. Es algo bastante agresivo.”

Quien padece el TA, buscaría imponerse un límite corporal que no puede establecer psicológicamente. “Por eso comen hasta quedar exhaustos", afirma la licenciada Alicia Díaz Farina, psicóloga y directora de la Asociación Psicólogos y Psiquiatras de Buenos Aires. Y agrega que, en el momento del atracón, la persona no tiene conciencia del acto y queda alienada.

Autodestrucción

Como sucede con el resto de los trastornos alimentarios, destacan los psicólogos consultados, quienes sufren el TA sienten un gran nivel de angustia. Es en el momento en el que esa sensación se dispara cuando el afectado se “atraca” de manera destructiva.

Litvinoff sostiene: “Estas personas intentan superar la depresión o el malestar ante las diversas dificultades de la cotidianidad a través de la incorporación de alimentos". No comer, según sostiene, “los enfrenta con el vacío de la vida".

En cuanto a quiénes son los que padecen este trastorno con más frecuencia, los especialistas coinciden en que la mayoría de los casos se dan en personas con sobrepeso.

En realidad, explica Litvinoff, esta compulsión no es más que “la manifestación de una enfermedad de origen psíquico más compleja, que es la obesidad". Las consecuencias, asegura, son alteraciones graves de la masa corporal, enfermedades circulatorias, cardíacas y articulares, y alteraciones psíquicas, como un profundo sentimiento de culpa y los complejos sobre la apariencia.

Mazzei, por su parte, agrega que darse atracones es también frecuente entre las adolescentes. “Sobre todo -dice- cuando los varones no las invitan a salir.” Además, a su consultorio llegan mujeres que han quedado viudas y que dicen sentir necesidad de comer compulsivamente a la hora en la que el esposo solía llegar a la casa.

Posible solución

En cuanto a qué se puede hacer para solucionar el problema, los especialistas señalan la importancia de que la población cuente con la información sobre el valor calórico de los alimentos y que conozca el beneficio de hacer ejercicio físico con regularidad y de llevar una vida saludable.

Asimismo, por tratarse de un trastorno psicológico, el tratamiento incluye una terapia que, según Litvinoff, esté dirigida a promover cambios en la estructura psíquica de la persona y que le proporcione herramientas más efectivas para enfrentar la vida.

Entonces, no es de extrañar que circunstancialmente asaltemos la heladera cuando nos invade el miedo o la angustia, ya que, como dice Litvinoff, de bebe “el ser humano busca el pecho materno para encontrar cobijo y sentirse acompañado y protegido".

Para el psicoanalista, la persona que come compulsivamente no hace más que retomar esa conducta porque “pretende encontrar en la comida el bienestar y el mágico placer que ninguna otra actividad le brinda".

Paloma Gil Estrada

Fuente: Boletín argentino, citado a día 2 de diciembre de 2007.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola:
Gracias por el comentario y por enteder como veo las cosas, te deseo lo mejor. un beso.
´Para cualquier cosas o desogarte este es mi correo:luiza_clavijo@hotmail.com.
Hablamos un beso cuidate

Beita dijo...

hola niña! me gusta tu entrada de hoy...los TCA son un horror...hay ke ser mu fuertes...cuidate
muaaaa