jueves, 6 de diciembre de 2007

Web de un profesor concienciado

He descubierto un sitio web que quería compartir con vosotros.
Por lo general hablamos de los trastornos de alimentación desde el punto de vista del paciente, del médico que los trata o de los padres/madres y amig@s, pero ¿qué hay de los profesores? ¿cómo pueden ayudar ellos? ¿qué pueden hacer?

Francisco Muñoz de la Peña Castrillo, profesor de Instituto y Premio Joaquín Sama a la Innovación Educativa 2000, tiene una web, Aula21.net, dedicada a las nuevas tecnologías y a la educación, si bien lo mencionamos aquí por unas líneas sobre la prevención de la anorexia y la bulimia en las aulas y por su "Nutriweb". El primer texto, resumido, está abajo,pero si preferís leer el original, el enlace es: Artículo anorexia. A la Nutriweb podeís acceder desde aquí. Es una web divertida y animada, dirigida, creo yo, a niños y adolescentes, con tres contenidos fundamentales: los nutrientes, alimentación y salud, y consumo. Con ella pretende el autor "intentar prevenir en lo posible en nuestros alumnos dos de las enfermedades a las que mas atención se les ha dedicado en las últimas décadas: LA ANOREXIA Y LA BULIMIA".

Informes recientes revelan que en España los trastornos de la conducta alimentaria, ya sean variantes de anorexia nerviosa, es decir, rechazo de la comida por miedo a engordar; o episodios bulímicos más o menos agudos, o sea, comer vorazmente y después provocarse vómitos, ayunar o realizar ejercicio excesivo para compensar, se han convertido en la tercera enfermedad más frecuente entre los adolescentes. Aproximadamente una de cada 100 adolescentes de entre 14 y 18 años cae en las garras de la anorexia, mientras que un 2,4% desarrolla bulimia. Y no sólo el sexo femenino (la anorexia afecta 10 veces más a mujeres que a hombres), también los varones han empezado a verse reflejados significativamente en las estadísticas.

Cada año 6.000 nuevos jóvenes arruinan parte de sus vidas presas de una obsesión: no engordar. Pero la cosa no queda aquí, pues casi medio millón de chicas y chicos presenta un alto riesgo de enfermar.

Se trata de trastornos que no son tonterías ni chiquilladas que se arreglan con bofetadas, como alguna vez se ha dicho. Son enfermedades muy serias, con una fuerte tendencia a la cronificación y a la muerte en algunos casos.

En la sociedad actual, la industria de la moda, los medios de comunicación y la publicidad nos bombardean con la idea de que para alcanzar el éxito y la felicidad es preciso estar flacos.Todos conocemos los nombres de las top-models, pero a casi nadie le suenan los nombres de mujeres con logros personales tan importantes como descubrir tratamientos eficaces para una enfermedad o defender los derechos humanos. Nuestra sociedad subestima a las personas por uno solo de sus múltiples atributos, el aspecto, que además es una de las características más determinadas genéticamente y por lo tanto menos controlable. Se nos recuerda cómo debemos ser (altos, estilizados…), se nos sugiere cómo lo podemos conseguir: dietas milagrosas, operaciones de cirugía estética… Toda una serie de propuestas bastante caras, y sin embargo no se nos ofrecen alternativas más económicas y saludables como hacer ejercicio, comer de forma equilibrada o simplemente dejar de preocuparnos tanto por nuestro aspecto y dedicarnos a cosas más interesantes para resultar más atractivos.



Hablar de estos trastornos es cuestionar nuestra cultura. Necesitamos renovar nuestros valores y conductas y definir lo atractivo con parámetros más amplios, para que la mayoría de las personas, y no sólo una pequeñísima parte, pueda sentirse bien con su apariencia personal. Hemos de poner énfasis en otras características (ingenio, integridad, talento, inteligencia, sentido del humor...) a la hora de evaluar la valía de las personas. Vivimos en una sociedad que tiende a considerar “dieta sana” a una alimentación baja en calorías y “cuerpo sano” al carente de panículo adiposo, nos han vendido la idea de que estar “a régimen” es una manera de mejorar el estado de salud. Efectivamente, la restricción de alimentos es necesaria para el control de ciertas patologías, como la hipertensión o la diabetes, pero para aquellos que no presentan esas enfermedades es inútil y nociva del mismo modo que tomar antibióticos empeora la salud de cualquier persona que no tiene una infección. ¿Y por qué los adolescentes son los más vulnerables? En ellos podemos identificar bastantes factores de riesgo: una gran sensibilidad a la opinión de los demás, una cierta inseguridad respecto a lo que les gusta, cambios físicos que les hacen dudar de su aspecto, tiempo libre para consumir mucha televisión y ser el blanco favorito de la publicidad...

El término “adolescencia” proviene del verbo latín “adolesco, adolescere”, que significa crecer. Pero los latinistas nos advierten que se trata de un concepto un tanto especial de “crecer”, puede traducirse por “crecer a pesar de todo, con dificultades” lo cual nos ayuda a comprender todo lo que significa para la persona la aceleración en su crecimiento y desarrollo.

Uno de los aspectos más difíciles para un padre o paciente es admitir que existe el problema. Puede ser difícil, por ejemplo, que una madre le confiese a un médico que su hija tiene un problema alimentario, ya que la comida es una parte intrínseca de la relación madre/hija, y ello podría parecer un fracaso materno terrible. Es muy importante superar esos sentimientos e informar al médico de cualquier pérdida de peso sospechosa o problemas conductuales relacionados con la comida.

Es conveniente adiestrar a los padres en el fortalecimiento de la autoestima de sus hijos tratando de magnificar el alcance de pequeñas o grandes metas, y de minimizar los errores o fracasos. Asimismo es recomendable efectuar al menos una comida al día en familia intentando que la experiencia sea agradablemente percibida por los hijos, mediante la creación de un clima distendido y cordial.

Estos trastornos producen sufrimiento no sólo al paciente, también a su familia, amigos, etc.. Hemos de enseñar y educar desde la infancia, en la familia y en los centros escolares, a llevar una vida saludable inculcándoles hábitos de alimentación sana y de actividad física adecuadas a sus facultades.

Todas las personas relacionadas con la educación tenemos un papel importante en la detección precoz, observando los comportamientos, cambios emocionales y de aspecto físico que puedan hacernos pensar en este tipo de trastornos. Los educadores deben ser conscientes de que no sólo afectan a adolescentes, sino también a alumnos de enseñanza primaria. Los estudios demuestran que la odisea para adelgazar está comenzando a edades cada vez más tempranas. Desde los centros de enseñanza, se han de promover aficiones culturales y lúdicas que permitan el aprendizaje de habilidades sociales suficientes. De esta manera se lograría que los adolescentes considerasen otros aspectos distintos a la imagen o la belleza como fuente de prestigio o reconocimiento social. Ayudar a los chavales a aceptarse a si mismos por lo que son y no por lo que parecen es un primer paso, importantísimo, para prevenir los trastornos alimentarios..

0 comentarios: