Cuando el miedo, feroz, se presenta ante ti, cuando una dificultad se pone delante y te agobia tanto que no sabes qué sientes, ahí está el recuerdo, acercándote al presente como una imagen borrosa, como un sentimiento que te sube de las tripas a la cabeza, una asociación inmediata entre sentimiento y acción. Lo que el recuerdo te acerca es ese mecanismo de desahogo que en un momento usaste. Sin embargo, cuerpo y mente se comportan ahora de forma distinta: los pulmones cogen más aire, la mirada se pierde, concentrada en un punto imposible de descifrar, y el pensamiento, no despejado pero sí realista, te habla: "un desahogo momentáneo, no sirve de nada; no va a solucionar nada." Y una milésima de segundo después:
-¿Qué te pasa realmente? ¿Qué sientes?
-Agobio
-¿Qué te lo provoca?
Silencio. Y tu pensamiento que se responde en un diálogo interno:
-Todo, un montón de cosas, un montón de situaciones. Que no tengo tiempo para nada. Que me falta tiempo. Que me agobio en casa, que me agobia mi familia. Que quiero huir de todo; de nuevo pienso en largarme a Inglaterra y en vivir sola. Que sueño demasiado, y los sueños no se cumplen. ¿A quién quiero engañar?
Lágrimas absorvidas por la manga roja de la camiseta, los ojos que se cierran; siento la manta calentándome el cuerpo y la subo hacia el pecho: que me caliente el corazón. Unos minutos de desconexión, una brevísima siesta que no había planificado.
Él sale de su habitación, anda por la casa y vuelve a su cuarto. Pone la música, la baja. Luego la apaga. Vuelve a salir y retorna a su ordenador. No se asoma a la puerta abierta de la habitación en la que estoy, no pone la música. Pobre, piensa que estoy leyendo e intenta respetar mi necesidad de silencio y concentración. Él también está agobiado. También tiene lo suyo, sólo que no le gusta hablar de ello más que de vez en cuando.
La necesidad de desahogarse vomitando se ha esfumado. Pienso en ello. He llorado, he dormido y ¿qué más puedo hacer? Tengo que ponerle palabras. Me cuento lo primero que se me pasa por la cabeza y me doy mis motivos menos reflexionados de todos, porque los dejo fluir, sin trabas ni prejuicios. Sólo yo los escucho.
-Es importante ponerle palabras a los sentimientos, "objetivar" y "subjetivar" emociones es lo único que nos libera de ellas.
-Pero ya estoy poniéndole palabras, estoy pensando en lo que me ocurre, cómo lo siento y lo estoy etiquetando con palabras. Es una manera de expresarlo y poder comprenderlo.
-Quizás no sea suficiente.
Suena el botón del ordenador, después la bienvenida de Windows. El ratón se acerca al icono de Firefox, tecleo usuario y clave. Escribo. Reviso. "Publicar".
martes, 29 de noviembre de 2011
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Temática: Personal
lunes, 7 de noviembre de 2011
My own yellow brick road
Si me paro a pensarlo, la recuperación es una cuesta arriba, distinta para cada persona: para unos estrecha, para otros muy amplia; solitaria o concurrida; más o menos empinada y más o menos fatigosa; recta, sinuosa o con muchas curvas; con o sin aceras; de asfalto o empedrada. Como es una cuesta hacia arriba y la mayoría somos cómodos por naturaleza, tardamos en arrancar y decidirnos a subirla. Ganas puede que tengamos, pero el miedo suele estar alrededor, como un arbusto que nos protege del frío mientras nos pincha. No sabemos qué calle o qué edificios nos vamos a encontrar cuando lleguemos allí arriba, incluso pensamos que no tenemos fuerza para subir tan alto y nos damos por vencidos antes de empezar a andar.
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Temática: Personal
jueves, 3 de noviembre de 2011
Sí, los trastornos de alimentación se superan
Yo he superado uno. Hace cuatro días que la psiquiatra me ha dado el alta. Llevo tres años en terapia, aunque seguiré asistiendo unos meses más. En mi adolescencia ya fui a otro psicólogo; se ve que no fue suficiente. Me sirvió en su momento para mejorar mi estado de ánimo, mejor dicho, para mejorar mi diálogo interior. No sé cómo se llama ese tipo de terapia: ¿cognitiva, conductual? El nombre me da igual; los resultados son los que me importan. Aprendí a detectar la forma negativa en la que me hablaba y, sobre todo, a detectar cada “siempre”, “nunca”, “nada” o “todo” que cruzara mi pensamiento. Para ellos creé un filtro, el de la pregunta: “¿todo, todo?, ¿siempre?, ¿nada?, ¿nunca?”. Gracias a esto aprendí a relativizar: casi siempre, la mayoría de las veces, muy poco, hasta ahora nada, etc. También entonces tuve mi primer contacto desde un punto de vista psicológico (o terapéutico) con el perfeccionismo. Me ayudó mucho, tanto que empecé a suspender en el instituto…
Pero aquello no era el origen, eran sólo algunos síntomas, algunas conductas repetidas y vicios del lenguaje que empleaba conmigo misma. Gracias a que fueron tratados en su momento, mi caso no ha sido grave (esto es lo que me digo ahora que lo veo desde la distancia ya que no acepto –aún no- que haya sido para tanto).
He aprendido muchas cosas en el camino, como las podía haber aprendido de otra manera, porque todos aprendemos, pero yo lo he hecho a mi manera, en mi momento y a mi ritmo. He aprendido más tarde que otras personas de mi alrededor, pero también más profundo, porque el aprendizaje ha sido más intenso y tanto yo como mi terapeuta hemos influido para que haya abarcado distintos campos de la vida (de mi vida).
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domingo, 2 de octubre de 2011
Continuando el blog
¡Hola!
Estoy pensando en actualizar el blog, con la idea de retomarlo de cuando en cuando.
¡Vida nueva, diseño nuevo! (Sólo es una forma de expresarlo.)
Ahora lo veo algo recargado y me gustan los colorines, pero no sé cómo de atractivos sean.
¡¡Se aceptan sugerencias!! (por favor!!!)
Besos
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Temática: Comenzando un blog